Un gran estudio descarta que los móviles causen cáncer

¿En qué quedamos? ¿Los móviles causan cáncer o no? De momento, ganan puntos quienes defienden la seguridad de estos dispositivos, al menos en lo que se refiere al riesgo de tumores cerebrales. Un estudio danés, el más amplio realizado hasta la fecha, no ha hallado ningún indicio de peligro.

La nueva investigación se publica en un momento de intenso debate científico, cuando todavía no se han apagado los ecos de las discusiones que desató la decisión de incluir los teléfonos móviles entre los agentes posiblemente carcinógenos. La resolución la adoptó a finales de mayo la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tras revisar todas las investigaciones publicadas hasta entonces sobre la cuestión. No obstante, los científicos responsables de tal pronunciamiento insistieron en la necesidad de llevar a cabo más estudios a largo plazo para llegar a una conclusión definitiva.

Pues bien, la revista ‘British Medical Journal’ (‘BMJ’) recoge en su última edición un buen ejemplo de análisis durante un extenso periodo de tiempo. En términos técnicos, constituye un estudio de cohortes. Se trata de la prolongación de un trabajo que evaluó a todos los usuarios de móviles entre 1996 y 2002, sin hallar ninguna relación con el desarrollo de cáncer.

Ahora, los investigadores han llegado hasta 2007, lo que implica un seguimiento de 10 años o más de buena parte de las más de 350.000 personas con contrato de telefonía móvil en Dinamarca. Dichos individuos fueron comparados con quienes no tenían suscrito ningún contrato y la información sobre la incidencia de tumores se obtuvo del Registro Danés de Cáncer, que también abarca a la totalidad de la población. Los resultados no variaron: el riesgo de cáncer cerebral era el mismo en ambos grupos.

Alguien podría pensar que este estudio tiene todas las papeletas para poner fin a la discusión sobre los supuestos peligros de los móviles. Es más, se podría instar a la IARC a revocar su clasificación como posiblemente carcinógenos. Sin embargo, los propios científicos responsables de la investigación creen que aún no se puede dar carpetazo. Lo que sí se podría descartar es que se vayan a disparar en los próximos años los tumores cerebrales, puesto que en tal caso ya se habrían observado ciertas evidencias.

Patrizia Frei, investigadora del Instituto de Epidemiología del Cáncer de Copenhague y principal firmante del estudio, ha explicado a EL MUNDO.es que su trabajo «es el más extenso hasta la fecha, pero un solo estudio nunca puede cambiar el panorama global y todavía hay preguntas sin responder, como el riesgo del uso del móvil en niños o en usuarios empedernidos, y durante periodos de tiempo más largos». Por lo tanto, considera que «la clasificación de la IARC sigue vigente«.

La principal objeción que se puede poner al análisis danés es que da por supuesto que las personas con un contrato de telefonía móvil hacen un uso intenso de la misma, cuando no siempre es así. Pero los estudios que llegaron a la conclusión de que estos dispositivos incrementan el riesgo de tumores cerebrales como el glioma tenían otros posibles sesgos. Por ejemplo, extraían información de cuestionarios en los que preguntaban a los usuarios si usaban mucho o poco el teléfono, fiándose de su buena memoria y criterio.

Frei revela que en estos momentos se está realizando un estudio muy amplio sin las limitaciones de los anteriores, pero «aún habrá que esperar un tiempo para que los resultados estén disponibles».

Los autores de un editorial sobre el estudio publicado en ‘BMJ’ resaltan que hay un aspecto que hasta ahora no se ha logrado dilucidar: ¿Cuál es el mecanismo biológico que está detrás de los posibles riesgos para la salud? «La búsqueda de una asociación entre el uso de teléfonos móviles y el riesgo de cáncer debería ser vista en el contexto de su origen. No se originó por una hipótesis biofísica concreta o por los resultados de un estudio preliminar, sino porque existía la preocupación de que algún aspecto de la interacción entre los campos electromagnéticos y la fisiología humana se hubiese pasado por alto», señalan. La investigación ‘in vitro’ y en modelos animales aún no ha arrojado demasiadas pistas sobre ese posible vínculo.

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