Incluso el juez más comprometido con los derechos de autor se lo pensaría dos veces al ver que las discográficas piden más dinero del que ha ganado nunca su industria, en una demanda contra la red de intercambio de archivos Limewire.
No sabemos mucho de la juez Kimba Wood, salvo que logra resumir esta situación en una palabra con bastante eficacia. La magistrada ha descrito como «absurda» la petición de trece discográficas de que LimeWire, una red de intercambio de archivos, les pague entre 400.000 millones y 75 billones de dólares. Y no, no nos hemos confundido con las comas.
Esa cifra máxima es superior no sólo al PIB de todo el mundo, sino más de lo que han ganado la industria desde que Edison inventó el fonógrafo, como señaló la defensa. A nadie (salvo a la acusación) le sorprende que a la juez esa supuesta indemnización le parezca «insostenible».
La diferencia no desestima del todo la demanda, de modo que la malograda Limewire, que ha intentado resurgir por otro lado, tendrá que hacer frente al proceso, pero al menos les reducen de forma drástica la multa a la que se exponen.
Pero si nos deja con la sensación de que la industria del entretenimiento ya no se molesta en guardar las apariencias de decencia. Tal vez porque ya ni las autoridades estadounidenses ni los economistas más respetados se fían de las cifras de pérdidas que supuestamente les ha causado la piratería. Y como hacen algunas compañías tecnológicas en tiempos de crisis, parecen haber decidido que las demandas de derechos de autor son simplemente otra fuente de ingresos.