Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, declara en su perfil en la red social tener un solo objetivo: «Hacer del mundo un lugar más abierto, ayudando a la gente a estar conectada y a compartir». Ese idealismo, que confirman quienes le conocen, fue el que hizo posible que el 4 de febrero de 2004 arrancara uno de los mayores proyectos tecnológicos de la historia y el que puede hacer de su fundador el hombre más rico del mundo.
«Ese es sin duda su objetivo, solo por una especie de competencia con Bill Gates. Y ya se va acercando». Quien así lo vaticina es David Kirkpatrick (San Luis, 1963), uno de los pocos periodistas con acceso directo a Zuckerberg. Tanto como para contar con su apoyo y colaboración para escribir el libro El efecto Facebook (Gestión 2000), que se acaba de publicar en castellano. El autor, especialista en tecnología del periódico digital The Daily Beast, niega que el libro responda a las críticas que dejaba entrever la película sobre la empresa estrenada el año pasado (La red social). «Este libro no es la respuesta de Facebook a la película, es la verdadera historia de Facebook«, arranca tajante la conversación. Pero algo de justificación sí hay en sus páginas.
El libro recuerda que tras el episodio del programa Facemash, que casi le cuesta la expulsión, Zuckerberg «reparó su relación con la Asociación de Mujeres Negras de Harvard ayudándolas a crear su página web». Y frente a la denuncia de los gemelos Winklevoss de que les había copiado su idea para crear Thefacebook -nombre inicial de la red-, Zuckerberg afirma: «Ese año hice como 12 proyectos. Por supuesto, no me comprometí totalmente con ninguno de ellos».
La principal tesis del libro es que Facebook es fruto de muchos intentos por establecer canales de comunicación social en Internet (Friendster, SixDegrees, MySpace, Club Nexus, Orkut, entre otras). Es resultado, por tanto, de 40 años de errores y aciertos ajenos, y cuenta también con un alto componente de suerte, el de aparecer en el momento apropiado y en el entorno apropiado, el de una de las universidades más prestigiosas del mundo, Harvard.
Ese fue uno de los factores que contribuyeron a su éxito inicial, aunque hubo intentos anteriores también fuera de EE UU, como en Corea del Sur. «Sin duda, el uso del inglés ha ayudado a su expansión fuera de EE UU. Pero también porque es allí donde este tipo de proyectos tienen mayor financiación disponible, que el mito del modelo americano sigue en cierta forma presente y también porque creo que los emprendedores estadounidenses son más ambiciosos, tienen una ambición global y no se ponen límites», recalca el periodista. Desde luego, Zuckerberg no parece tenerlos, al menos en términos geográficos. «Hasta Tuenti [una plataforma social dirigida a gente joven], que es un proyecto español, fue puesta en marcha por un estadounidense», recalca Kirkpatrick.
Lo que nació como un proyecto limitado al ámbito universitario fue expandiéndose más allá a petición de los usuarios. El autor del libro asegura que Mark Zuckerberg «vio desde el principio la oportunidad de crear una red social, pero nunca imaginó que Facebook llegara a ser como es hoy», fruto de la capacidad de su fundador para anticiparse a las demandas de los usuarios. Kirkpatrick considera que esa es una de las principales virtudes de Zuckerberg como empresario.
Sorprende que, pese al éxito del proyecto y la juventud de su creador, la empresa siga bajo la absoluta autoridad de Mark Zuckerberg, que controla tres de los cinco puestos del consejo de Facebook. Porque Zuckerberg nunca se ha planteado vender. «No me interesa el dinero y creo que nunca voy a tener una idea mejor que Facebook«, es citado en distintas ocasiones a lo largo del libro. Uno de los personajes fundamentales en el éxito deFacebook , Sean Parker, apunta en el libro que Zuckerberg tenía «tendencias imperiales», una voluntad de controlar el proyecto desde el principio y su evolución de futuro.
Esa actitud garantiza una entrega total al proyecto, pero también evidencia la gran dependencia que Facebook tiene de Zuckerberg. Como Apple con Steve Jobs. «Es muy difícil imaginar ambas empresas sin esos responsables al frente. La increíble energía que tienen esas dos compañías sería casi inconcebible sin esos fundadores tan visionarios al frente», admite Kirkpatrick. «Solo que Mark goza de buena salud y es muy joven».
De hecho, a sus 26 años ya es el multimillonario hecho a sí mismo más joven del mundo. El reciente acuerdo con Goldman Sachs valora la compañía en 50.000 millones de dólares. Kirkpatrick afirma que los precios que se pagan en el mercado privado por las participaciones de la empresa elevan su valoración hasta los 85.000 millones y que su salida a Bolsa, «aunque no sea algo que Mark quiera, no se hará por debajo de los 100.000 millones de dólares. Será, sin duda, la salida a Bolsa más cara de la historia», prevé. Precisamente, el acuerdo con Goldman Sachs resta urgencia a esa salida a Bolsa, dado que le garantiza fondos suficientes para invertir y seguir creciendo, pero Kirkpatrick cree que ese paso es inevitable. «Será en 2012 o en 2013 como muy tarde, pero sucederá».
Quienes auguran que esas cifras recuerdan, y mucho, a la burbuja de las puntocom de 2001 deben rendirse a una evidencia: los 600 millones de usuarios de la red social hacen de Facebook una realidad y no un proyecto solo con potencial de futuro. Aunque precisamente su éxito hace que el futuro sea más desafiante. «Cuanto más alto subes, más fuerte puede ser la caída», recuerda Kirkpatrick.
«Facebook tiene cierta cualidad monopolística y no hay precedentes de una sola empresa que domine el escenario de las comunicaciones a nivel global. No digo que eso vaya a forzar una segregación de la empresa, solo que Facebook deberá asumir que tiene una gran responsabilidad como compañía. Y la clave puede estar en la transparencia».
El objetivo de Zuckerberg -quizá algo imperialista, como dijo Parker- es que todo el mundo utilice Facebook. Kirkpatrick cuenta que en la reunión del Foro de Davos de enero de 2009 Mark -como el autor le llama- coincidió en una de las cenas que se celebran con Larry Page, cofundador de Google y en buena medida su rival. «Larry, ¿tú utilizas Facebook?», le preguntó algo ingenuamente. A lo que Page le respondió: «No, la verdad es que no». «Pero ¿por qué?», insistió Zuckerberg con cierta decepción.
El papel jugado por las redes sociales en las revueltas de Túnez y Egipto es un buen ejemplo del poder que acumula Facebook, y todo augura que no va a parar aquí. «Zuckerberg sabe que la única cosa en la que tiene que centrarse es en hacer que Facebook cada vez sea y funcione mejor. Y a eso está dedicado».